THE LAST FERRY

En un muelle se recorta la figura de una mujer que no sigue las corrientes, que huye de la hipnótica alternancia de las estaciones, que elige un paso distinto: su ritmo, su estilo, su tiempo. Como una marea contraria, no busca encontrarse en el ruido, sino en los espacios liberados por las multitudes, en los momentos privados, donde redescubre su esencia, la parte más verdadera y auténtica de sí misma.

El viaje no es un simple desplazamiento: es un relato que no necesita observadores. Ella es la única protagonista y espectadora, suspendida entre la ligereza del mar y la solidez de los acantilados.

Su trayecto es un acto estético de extremos: fuerza y delicadeza, definición y fluidez, elegancia y rebeldía. Lleva abrigos a medida y pieles envolventes como nubes voluminosas contra el horizonte. Se ajusta en vestidos finos y ceñidos, cortados con aberturas y ganchos metálicos. Se abandona a los tejidos suaves, a los hilos teñidos con degradados, a las telas estructuradas reinterpretadas con la suavidad de los conjuntos masculinos.

En su maleta, sus Dancing Skin y botas de punta afilada y cuadrada, joyas rígidas y sinuosas, bolsos espaciosos y versátiles como el espíritu de una viajera libre e independiente, sin fronteras. Y allí mismo, en ese contraste entre texturas y sensaciones, entre las rocas y las olas, entre los últimos rayos de sol y la espera del crepúsculo, encuentra su propia voz, en el perfecto y seductor equilibrio de los opuestos.